Volvemos.

De mis vacaciones estivales me traigo la maleta llena. Entre otro equipaje... una revisión del toreo, una constatación, las ganas de escribir que había perdido y la incertidumbre de un resultado.

La lectura taurina en la playa es uno de los placeres del verano.

Domingo Delgado de la Cámara ha fortalecido esa idea mía que considera a los tópicos taurinos un recurso mediocre para esconder una visión de la tauromaquia pobre y parcial. La revisión que hace Domingo es alimento espiritual para el aficionado que un día duda de sus votos. Y hace dudar al que cree tener sus creencias firmes e inquebrantables.

Degustando cava.

Entre botellas de cava catalán, constaté que las ganaderías de bravo están cavando su ruina con esos precios de touroperador turístico. Dos horas de visita a Codorniu, con moderno remolque y cata incluidos, me costó ocho euros. Migajas si lo comparo con el precio que piden ganaderos de la "afisió" por ver una camada de grises con un vino joven y cuatro rodajas de fiambre extremeño. Las empresas de turismo han llegado a la dehesa y con ello, están echando al aficionado de ella, especialmente a las peñas taurinas que llevan décadas viajando para ver toros en su hábitat natural y haciendo proselitismo taurino en sus lugares de origen. Prefieren al visitante neófito, australiano, incluso anti, si se dejan los euros. Ven en ello un negocio que explotar a corto plazo cuando tendrían que ver el mejor activo para defender su negocio. Máxime si se vanaglorian de tener un hierro de esos que llaman minoritarios. En su libertad está la de hacer de su capa un sayo, pero, por favor, no más monsergas en busca del favor y predicamento del aficionado.

Ya lo dicen los del anuncio de Actimel. Un propósito es hacer algo tres veces. Un hábito, veintiuna. Tengo el propósito de volver al hábito de escribir en el Blog con cierta frecuencia y la cercanía de la Feria del Pilar puede ser el estímulo perfecto para conseguirlo y coger inercia al teclado.

Desde que soy aficionado, todas las ferias del Pilar presentadas por la empresa de turno han tenido sus críticas. Algunas furibundas. Ese inconformismo natural que nos invade a todos cuando hemos de valorar lo que han preparado otros. Especialmente, si son taurinos los arquitectos. La Feria del año pasado evidenció que no hace falta tener buenas críticas en la presentación de los carteles para tener un gran resultado final. Y supongo que al revés, tampoco. Que la Feria vaya bien nos viene bien a todos. Nos conviene. Hablaremos de los carteles próximamente, pero ya adelanto mi sensación. Decepción.