La plaza registró tres llenos (@TierrasTaurinas) |
Mientras en la madre patria andamos cacareando injustas prohibiciones, Ceret, su feria, ha registrado una extraordinaria asistencia en sus tendidos, mezcla de aficionados locales y foráneos, provenientes de todo el universo del rey toro. Ni el Lorenzo se ha querido perder la feria ceretana. En algunos cuellos se podía freír butifarra.
Un plaza cara, incómoda, más independentista que Artur Más, y llena hasta la señera. En las razones de este éxito está una propuesta sincera y comprometida con el toro y los toreros honestos. Construida por aficionados y no mercaderes. Y que no necesita al halo José Tomás ni del arte de Morante para ser un espectáculo rentable y autosuficiente. Cualquier crítica o menosprecio para Ceret es como la picadura de un mosquito a un elefante. Su salud es la envidia de muchos taurinos y de casi todas las plazas.
Mansa y desigual la corrida de Dolores Aguirre, encastada y dura la de José Luis Fraile, y sosa y decepcionante la de Adolfo Martín. La feria estuvo trufada de detalles de interés si bien no se llegó a explosiones de tauromaquia como en años pasados. Ni ese gran toro que siempre recordarás cómo romaneaba, ni esa faena que te hace levantar el culo del cemento a base de naturales lentos y curvos. Los jurados lo tendrán difícil para otorgar premios. Esto no es óbice para destacar media docena de toros notables. El poderoso chorreado en morcillo de Dolores, tres buenos gracilianos de Fraile y el lote noblón de Encabo, al que ya nos estamos acostumbrando a ver, cada vez más, con el hierro de Adolfo.
Gabin Rehabi. Uno de los principales triunfadores de la feria (@TierrasTaurinas) |
Dos de los dieciocho toros titulares se lastimaron al estrellarse con un burladero. La transparencia en los corrales tuvo horarios restringidos. Hubo atascos sofocantes al entrar en el recinto. Pero volvió a merecer la pena. Los amigos. El camping. Las tertulias. La Cobla Mil-lenaria. La afición. Viva Ceret.