Y comenzó la Feria. Un Pilar en busca del anhelado cambio de tendencia y de ánimo. Y comenzó con una más que interesante corrida de Victorino Martín. Seria. Honda. Bien comida. Desigual de hechuras y caras. Y con la casta como principal virtud. Ingrata para el de luces pero plausible para el aficionado conspicuo. El victorino de toda la vida, vaya. Faltó ese toro de triunfo. El bravo que galopa y humilla. El que se quiere comer la muleta mientras se mancha el hocico de arena.
Esclarecedoras eran las caras de los matadores al terminar las tandas. Todos con la boca abierta en busca de una bocanada de aire. Los victorinos, sin embargo, siempre cerrada. El toro es el que marca la diferencia entre salir del pase de pecho con una sonrisa profiden o buscando el aire para respirar. En esta feria veremos más de lo primero que de lo segundo. Al tiempo.
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Paulita con el 5º toro de la tarde (http://www.toroszaragoza.es/) |
Paulita consiguió lo mas artístico de la tarde. El recibo de capa a su primero y el comienzo de faena al grandullón quinto. En ambos pasajes mezcló poder y con torería.
El torero aragonés sobrevivió a un cartel que no era el suyo. A contraestilo. Y si ha de alternar con Rafaelillo y Aguilar en su ciudad, al menos hubiera de quedarle otra oportunidad en la Feria. Con Luque, por ejemplo. O en lugar de una de las dos tardes Padilla. O el día doce con Ponce. Por no estar no aparece ni en la publicidad que adorna marquesinas y autobuses. Luque, sí.
Antonio Gaspar pasó un mal rato con el segundo de su lote. Errático con los aceros. El vestido que estrenó con los bordados de hilo blanco, precioso. Como precioso fue su primer toro. Toro antiguo. Cornipaso. Puro albaserrada. Un señor. El victorino de siempre.
Rafaelillo estuvo firme con el que abrió plaza. El toro, justo de fuerzas en sus cuartos traseros,se vino arriba y acabó por amedrentar al torero murciano. La casta. Con el cuarto, segundo suyo, Rafaelillo se dedicó a pajarear. Estropeó en los primeros muletazos lo poco, o mucho, que pudiera llevar dentro el de la A coronada. Puso más empeño en demostrar al respetable la imposibilidad del animal que de ponérsela en la cara y tirar de él.
El mejor lote fue para Alberto Aguilar. Un primer toro de los que a los acérrimos de Victorino les gusta llamar "de los de moneda al aire" y un noble que cerró plaza de gran pitón izquierdo. Aguilar no tiró la moneda. O no supo. Y con el de la jota obtuvo bellos pasajes a siniestras pero sin encontrar la continuidad suficiente. Pinchó una posible oreja.
Que la peor corrida sea como esta.
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