Aún con las secuelas (positivas) de estos días por Ceret, quería escribir unas líneas sobre lo ocurrido allí, en el pequeño ruedo francés. Pero pensándolo bien, no voy a contar nada nuevo que no hayan contando o contarán, y muy bien, otros aficionados que allí estuvieron. No se pierdan lo que relatan al respecto el
Blog de Dominguillos, la
Asociación del Toreo en Red Hondo, el
Rincón de Ordoñez o el magistral Rafael Cabrera en sus
Recortes y Galleos, entre otros. Y por supuesto, los vídeos del portal francés
Feria.tv. Imperdibles.
Aunque ya que me he sentado a teclear, voy a exponer
una pequeña reflexión sobre el aficionado francés. La reflexión está personificada en un pareja de aficionados aunque bien podría extrapolarse a prácticamente cualquiera de los aficionados franceses. La pareja en cuestión es un entrañable y educado matrimonio. Viven en un pequeño pueblo francés llamado Riscle, cercano a Vic Fezensac. De mediana edad y con una afición por el toro desmedida y comprometida.
Les conocí en Ceret, tienen su abono justamente en la fila posterior al mío. Y eso une. Destilan simpatía. Que hablen un castellano más que correcto ayuda a la comunicación bilateral, porque yo de francés, ni para pedir una cerveza. Por lo general, la Francia taurina chapurrea de forma fluida el castellano. Nosotros no podemos decir lo mismo. Pa qué que diría alguno. El sector taurino siempre ha sido más de esperar a que el entorno se adapte a ellos que de adaptarse ellos al entorno.
Este matrimonio francés viaja para ver toros. En la plaza y en el campo. Tienen su abono en Ceret y no se pierden la Feria de Pentecostés en Vic. De vez en cuando nos visitan en alguna de nuestras plazas españolas. Y más. No se hacen notar, viven su afición con normalidad y sin protagonismos. No necesitan la complacencia de nadie ni buscan la palmadita en la espalda.
Les gusta el toro, como no podía ser de otra manera. El toro íntegro y serio. Rehuyen de las ganaderías comerciales porque dicen que esas se seleccionan de acuerdo a las exigencias de los toreros, y no de los aficionados.
Me comparo con ellos y me doy cuenta de que me queda mucho por aprender. Demasiado. En muchas ocasiones, los mismos aficionados hispanos, miramos con envidia a Francia, el cómo se vive, se gestiona y se protege la Fiesta, pero lo que no hacemos es mirarnos nuestro ombligo y reconocer que también los aficionados franceses van por delante de los españoles.