Andábamos en el vermú mañanero recordando algunos de los grandes toros que Cebada Gago ha lidiado en la plaza de Zaragoza. La conversación tornó hacia el inolvidable "Juncal" y el no menos bravo "Aseadillo". Con la admiración perpetua hacia Pepín Liria y Luis Miguel Encabo, dos toreros que supieron estar a la altura de aquellos dos grandiosos toros. Pues bien, los de esta tarde, ni han sido como aquellos toros, ni han sido como aquellos toreros. Ni de lejos. Seguramente, ni "Salvita" es lo que fue Don Salvador.
La corrida de la ganadería gaditana fue terciada, estrecha de carnes, salvo el primero de la tarde, un toro, a la postre, el mejor de la corrida. Me temo que el fielato matinal de los corrales, veterinarios y presidente in corpore, ha quedado, a las primeras de cambio, demasiado laxo.
Los seis cebadas, sin ser malos, pudieron ser mejores. De condición, y por el antagonista que les tocó en suerte. En el caballo cumplieron, sin más. Los tres toreros estuvieron por debajo de la corrida. Mal, sin paliativos.
Con el primero, un desarme en los medios de Alberto Álvarez le hizo confundir las distancias. Cambió de opinión. De citarle a veinte metros pasó a estrechar el espacio entre él y el toro. Error. Allí, en la corta distancia, descubrió un gran toro para la muleta mientras se esmeraba, sin éxito, en ligar tres pases seguidos. Silencio. Con el cuarto forzó el arrimón. Escenificación con la que un perera o un castella hubieran tocado pelo. Alberto, desafortunadamente, no es ninguno de ellos dos. Petición no considerada por el Presidente. Bien Pasamontes. Siempre he pensado que el valor hay que utilizarlo para quedarse quieto y colocado entre pase y pase, y ligarlos, y no para acercarse los pitones a la tripa a toro parado. Cuestión de gustos.
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Serranito pechó con un segundo toro encastado, bronco en ocasiones, pero agradecido si era sometido a cinco centímetros del albero. Con el valor de la ligazón. Apenas en dos o tres muletazos lo consiguió. Lástima. No tomó vuelo la faena. Con el quinto cebada, la apatía del torero no ayudó a salpimentar la sosería del burel. Al menos lo mató arriba.
Lo mejor de la tarde surgió con el tercero, en un excelso saludo capotero de Pérez Mota. Se oyeron olés a cada lance. Con la firma de una media enroscada en la cintura en la misma boca de riego. No menos bueno fue el comienzo de faena. Ayudados por alto y algún cambio de mano barroco. El calor de la gente con tan destacado comienzo tornó en hielo. De ese cambio de mano hasta el final de la tarde, nada. Nada de nada. Ni siquiera tuvo en consideración sacar a alguno de sus dos toros a los medios. Siempre en el tercio. Aturullado entre enganchones. Y mal colocado en la suerte suprema. Pasamos de la esperanza a la resignación.
¿Dónde están aquellos cebadas? Supongo que estarán en el mismo lugar donde están aquellos toreros.
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