Cincinato, nos vuelve a obsequiar con sus impresiones sobre la corrida de Garcigrande. Hace hincapié en las flojas entradas en Bilbao. Asegura que si el sábado con Fandiño no se alcanzó el cuarto de plaza, ayer se rozaría, como mucho, el tercio. O sea: unos tres mil y pico el sábado y unos cuatro mil y pico, cinco mil como mucho, ayer. Ahora la crónica:
TRIUNFOS Y DESCONCIERTO
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FOTO: elmundo.es |
No he tenido tiempo
de mandar pronto mi crónica, y para cuando los seguidores del Toro de la Jota que se atrevan con mis ladrillos lean esto, ya les habrán llegado las noticias
de Bilbao: Puerta Grande para Ponce, dos orejas para Talavante, y otra para
Padilla. ¿El acabose, pues? Pues no: no fue para tanto.
Vaya por delante
que me lo pase muy bien. Fue una corrida muy entretenida. Ponce y Talavante nos
dieron grandes momentos con la muleta. Se vieron algunas buenas estocadas. Fue
una buena tarde de toros. No caigamos en el triunfalismo pero tampoco en el
error de buscar siempre algún pretexto para amargarnos. Ayer fue un día para
disfrutar, y lo hicimos.
Pero pongamos los
pies en la tierra. Hay algunas cosas que matizar.
Para empezar no
todas las orejas fueron iguales. Orejita la de Padilla. Un regalo la segunda de
Ponce. Merecidas las dos de Talavante, la segunda sin embargo pesó bastante más
que la primera. Como hubiera pesado la oreja solitaria de Ponce al 4º que se
vio eclipsada por el protagonismo que adquirió el Presidente y el nuevo
criterio con el que otorgó la otrora carísima segunda oreja de Bilbao. Pero que
no se depriman los exigentes. El cambio duró poco: las rebajas eran por
liquidación de existencias y solo había una Puerta Grande en oferta. Talavante
no llegó a tiempo de aprovechar la liquidación (igual porque la corrida fue muy
larga: dos horas y tres cuartos) y tuvo que salir a pie, pese a que nadie,
salvo en el palco, vio diferencia de méritos entre su actuación en el sexto y
la de Ponce en el cuarto. Algo más redonda tal vez la faena de el de Chiva,
superior probablemente la estocada del extremeño; y parecidos méritos ambos con
el capote. Ni público ni aficionados vio la diferencia que sí observó Matías.
Pero vayamos por
partes. Hablemos de los toros.
Mal andamos como
profetas. Al salir los carteles de este par de corridas conmemorativas,
manifesté mi rechazo ante la presencia de Garcigrande. Anteriores experiencias
avalaban mi desconfianza. Pero no fue tal.
Es cierto a la
corrida le faltó la presencia necesaria para lo que se entiende como toro de
Bilbao, salvo al 4º y al 5º. Los tres primeros, aunque algo terciados para la tradición
de la plaza, fueron dignos y suficientes para la exigencia habitual fuera de
las Corridas Generales. Y aun en algunas de estas los veremos peores. No
pareció admisible el 6º por mucho que tuviera pitones para dar y regalar: salvo
por las defensas, no tenía trapío para una plaza de primera.
En cuanto a juego
la corrida fue muy noble, muy lucida para la muleta –haciendo las cosas bien,
ojo- y en general con poca fuerza. Su mayor defecto fue la falta de emoción.
A la corrida en
general se le pegó poco. Con la excepción del quinto, que empujó mucho en la
primera vara, por lo que entiendo que el picador tuviera que defenderse (el
toro sacó a caballo y picador hasta la segunda raya empujando hacia fuera)
Cuesta más entender lo fuerte de la segunda, sabiendo que al corresponderle a
Padilla, el toro tendría que afrontar un exigente tercio de banderillas. Llegó
aplomado a la muleta. Y junto con el primero, en el que el aplomado fue Ponce,
fueron los únicos toros en los que no se vio nada destacable en el último
tercio.
¿Los toreros? Pues
cada uno en su estilo.
Para mí Ponce es el
torero más poderoso de los últimos treinta años. Con el soso ejemplar de
Garcigrande que abrió plaza no tenía ni para empezar, a no ser que se esforzara
en darlo todo. Y no lo dio. Se limitó a cumplir, y eso que, cosa rara en él, al
recibirlo se estiró con el capote. Y Ponce cumpliendo con un toro que no
transmite ya sabemos lo que es: muchas series, más bien despegadas, con
muchísimo dominio y una sensación de facilidad que no es fácil adquirir pero es
más difícil de valorar por el público cuando no hay enemigo. Frialdad. Sainete
al descabellar y pitos a Ponce en Bilbao. Que es como decir que un hombre ha
mordido a un perro. Pitos que se me antojaron inmerecidos. Parecía que para una
vez que no estaba bien en Bilbao algunos querían aprovechar para echar algún
sapo. En mala hora: luego se lo tuvieron que volver a tragar corregido y
aumentado.
Porque en el cuarto estuvo sublime. El toro no quería pelea, pero Ponce le lidió hasta meterle en
la muleta como si le hubiera hipnotizado. Acabó haciendo con el toro lo que le
vino en gana. Qué manera de ligar muletazos. Qué lentitud. Qué temple. Qué
forma de rematar las series. Qué adornos finales. Y todo con un gran dominio.
La estocada fue buena sin ser extraordinaria.
-Parece usted
entusiasmado, y sin embargo ha dicho que la segunda oreja sobraba. ¿Qué faltó
entonces?
-Muy sencillo.
Faltó algo más de toro.
Padilla lo dio todo
en su primero. Dio unas apreciables verónicas, llevó al toro al caballo con un
galleo por chicuelinas, puso banderillas, consiguió algunos buenos momentos con la muleta, mató muy bien … Pero para mí a
todo le falto algo: sobre todo a las banderillas (irregular y con más
espectacularidad que acierto) y a la faena de muleta. No pedí la oreja, pero
comprendí la petición y que Matías la atendiera. Bravo, Padilla.
En el quinto ya he
explicado que le quedó poco toro.
Falta Talavante.
Dos faenas distintas. La primera con más valor, la segunda con más arte. Pero
en ambas hubo de las dos cosas. Más emoción en la primera (él puso la que le
faltaba al toro) y compitiendo con Ponce en el dominio y la estética en la que
baso la que hizo al que cerró plaza. Triunfo Talavante con mucha fuerza en
Bilbao. Y se pidió con mucha insistencia la segunda en el sexto, más que nada
para evitar el agravio comparativo que finalmente se produjo. Ayer no tenía que
haber salido nadie a hombros de Vista Alegre. Pero puestos a hacerlo, debieron
ser dos y no uno.
De todas formas el
gusto amargo que dejó la aparente incoherencia presidencial, la sensación de
que cabe exigir más emoción que la ofrecida por la corrida de Garcigrande, y la
deprimente entrada que volvió a registrar la plaza –apenas algo mejor que la de
la víspera, pese al cartel tan “bilbaíno”- no consiguieron quitarnos la
alegría: salimos muy contentos de la plaza.
Lucio Quincio Cincinato. Aficionado y abonado de la plaza de toros de Bilbao.
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