Con amigos así, no hacen falta enemigos.

Con la llegada del nuevo gobierno del PP, muchos crédulos aficionados esperaban el Maná vestido de gaviota para el arte de la Tauromaquia. Sin embargo, cuando se mezclan política y toros, la realidad siempre es más cruel que el deseo. Las promesas preelectorales se han quedado en mero ilusionismo panfletario para callar a las masas. La primera deserción corrió a cargo de la responsable del Partido Popular catalán, Doña Alicia Sánchez Camacho, quien entre vítores y una presunta afición taurina artificial, aquilatada por el interés de las urnas, prometió, bajo el dintel de una de las puertas de la Monumental de Barcelona, el día que se echaba el cerrojo, no apoyar ninguna iniciativa de CIU que no llevara consigo la revocación total de la prohibición de los toros en Cataluña. Pasaron las elecciones catalanas, y Alicia, la presunta defensora de la Fiesta, va a apoyar los presupuestos de la Comunitat con el olvido premeditado de su promesa a la afición. La segunda decepción llegó en la tierra del Presidente del Gobierno. EL PP gallego fue testigo de facto, con voto de apoyo mediante, de la prohibición de entrada a los niños menores de doce años a las corridas de toros. Para dar licencias de caza a benjamines gallegos no hubo veto, sino apoyo. Aún no han explicado el porqué de la decisión, seguramente la rojez de sus pómulos se lo impida. Y en Zaragoza, para no ser menos que sus compañeros de partido, ante la oportunidad histórica, y necesaria, de reflotar la bicentenaria Plaza de Toros de la Misericordia, el Partido Popular ha vuelto a reírse de los aficionados a los toros, usando nuestra pasión y nuestra historia taurina en pos de sus beneficios partidarios. La Diputación Provincial de Zaragoza, propietaria de la plaza toros, a sabiendas y con una hipocresía militante, ha confeccionado un contrato de explotación que tiene el principal objetivo de recaudar los fondos suficientes, vía canon de explotación, para financiar sus obras e infraestructuras en el reparto comarcal que tantos votos dan en las zonas rurales, aunque para ello tengan que hipotecar el futuro de la Fiesta de los Toros en Zaragoza. Con amigos así, no hacen falta enemigos.