De vuelta de Bilbao

Ya estamos de vuelta. Entre el recuerdo de inolvidables instantes vividos y un estado físico cerca de nuestros límites asumibles, cerramos una semana de vacaciones donde hemos exprimido al máximos los recursos, sobretodo el tiempo. Os ahorraré la crónica de lo ocurrido en mis vacaciones insulares porque ni interesa, ni creo que venga a cuento. Me salvé del incendio.

El Miércoles aterrizamos en Sondika, Bilbao. Nos recibieron unos coloridos y rudiosos fuegos artificiales, ya era tarde, el día languidecía. Salimos a cenar algo y pronto a dormir. Al final, no fue tan pronto, tuvimos el placer de encontrarnos con varios aficionados con los que compartimos cañas y tertulias. Entre ellos blogueros de El Rincón de Ordoñéz y Josemi Toros. El segundo bar al que entramos a tomar un pincho y nos encontramos tertulias de aficionados, todo un síntoma de una ciudad que vive la Fiesta de los Toros como nunca he visto en ningún otro sitio. Las hay esporádicas y espontáneas, como esta que os relato, y existen otras mas "profesionalizadas" de aficionados de carné en varios de los hoteles de la ciudad. En el Carlton, en el Indantxu, la del Meliá o la del Ercilla. Yo asistí a esta última, y me resultó interesante e ilustrativa. Sobretodo fue sorprendente encontrarme un teatro abarrotado de gente escuchando atentamente lo que argumentaban los contertulios. Gente de pie. No hay billetes. Fantástico. Afición e interés por todo lo que huela a toro.

He de reconocer que en mi grupo tenemos querencia por los foros y lugares oficiales del taurinismo. Somos varios y son los sitios que generan mas consenso. Un poco esnob. Nos aculamos en el Hotel Ercilla como el manso a las tablas. En el lobby del hotel o en su cafetería contigua puedes tomarte un gintonic rodeado de profesionales del toro, incluso con muchos de ellos, entrablar conversaciones sobre lo ocurrido ayer o lo que puede ocurrir mañana. Otra cosa es Bocaccio, la discoteca del hotel. Allí puedes encontrarte a figuras del toreo a las 5 de la mañana bailando al son de las rumbas que toca un magnífico grupo guitarrero del sur. Resulta, cuanto menos, divertido ver el ambiente. Y hasta ahí puedo leer.

No pudimos ir ningún día al apartado. Cada vez está más dificil. A las 10.15 de la mañana ya estaban vendidas todas las entradas, a 5 euros por barba. El recinto para tal efecto es pequeñito y me supongo que más de la mitad de su aforo será ocupado por gente con derechos adquiridos. Sin embargo, ya solo pasearse por el patio de cuadrillas a contemplar los años de historia que representan sus paredes o dar una vuelta a la plaza por su callejón, merece la pena para el que no lo conozca. La plaza abierta  toda la mañana a disposición de los aficinados. Puertas abiertas. Acercar los toros a la gente. Que aprendan otras plazas.

La plaza de toros está en perfecto estado, impoluta. La banda de música suena como los ángeles. El público acude a los tendidos, sobretodo a la sombra. Jueves lleno y Viernes casi. El Sábado tres cuartos de entrada que dicen las reseñas. Azul en el sol y en la galeria. La cuadra de caballos francesa de Alain Bolijon es una delicia. Caballos finos, lejos de los kilos de los percherones, domados y con control sobre las embestidas del toro. Ni un solo camisarroja en el ruedo durante la suerte de varas. Resisten cualquier embite por fuerte que sea. Eso si, todo lo que tiene de buena lo tiene de infrautilizada. La suerte de varas en Bilbao se hace tan mal como en todos los sitios. Puyazos en mal sitio, deficiente colocación, casi nada de toreo a caballo y mucho puyazo al relance.

Decía un aficionado local que en Bilbao hay como mucho 2.000 aficionados. No le falta razón. Siendo un número considerable, otras plazas lo quisieran para ellas, en ocasiones la multitud les disipa como un terrón de azúcar en un vaso de leche caliente. Creo que existen 5.000 propietarios con localidad y ha habido tardes en las que ha habido más de 10.000 personas en los tendidos, pero como comentaba este mismo aficionado, no es lo mismo aficionados que público. He visto aplaudir por no picar, pedir trofeos sin rigor, por ejemplo ayer con Ponce, incluso pitar porque El Juli no agarraba los palos. De locos. Supongo que ese es el precio que tenemos que pagar para que las cuentas salgan.

En cualquier caso, Bilbao me encanta. Me reconforta. Es un reconstituyente para el aficionado.  Una inyección de optimismo entre tanta desazón. Se respira toros en cualquier esquina, en cualquier barra de bar. Aficionados llegados de toda la geografía taurina. Un lujo. Este es el tercer año que he ido y repetiremos siempre que podamos. Espero que sean los tres primeros años de una bonita relación entre el que firma y la ciudad del bocho. Viva Bilbao, Gora Bilbo.

PD: Para hablar de toros y toreros esperaremos a que se lidie esta tarde la de José Escolar.