Dicen que Bilbao es una de las tres ferias más importantes del calendario taurino español.
Dicen también que al celebrarse muy separada de las otras dos, cuando la temporada está ya lanzada, sirve de confirmación o de desmentido de lo apuntado en aquellas.
Dicen también que como Bilbao es un oasis en medio del desierto ganadero que suelen ser la multitud de corridas estivales que se llevan celebrando desde hace semanas, lo que se hace aquí vale el doble, y es un trago duro de pasar para matadores y cuadrillas, acostumbrados a otra cosa a estas alturas de la temporada.
¿Tópicos o realidades? En mi opinión, aunque a veces algo exageradas, las afirmaciones precedentes tienen un gran fondo de verdad.
Así que llega el penúltimo momento de la verdad. El último, con permiso de la feria de Logroño (tal vez la mejor feria de segunda de España) es el colofón de Zaragoza, aunque me perdonaréis, amigos maños, si os digo que creo que lo que pase en Vista Alegre tendrá más trascendencia que lo que ocurra en el histórico coso de Pignatelli.
Así que llega el esperado y temido examen de Agosto. Pero ¿examen de qué?
De varias cosas.
El burro delante para que no se espante. O por hacer honor al egocentrismo bilbaíno, el primer examen es a Bilbao mismo: a su afición, a su Junta Administrativa y sobre todo a su famoso “toro de Bilbao”.
El modelo de las Corridas Generales ha cambiado en los últimos años. Unos dicen que a mejor, que hay mejores resultados artísticos. Otros decimos que sí, pero que ojo: que estamos perdiendo identidad con tanto toro comercial y la casi completa desaparición de las corridas duras.
Las ferias de los últimos cinco años, a excepción de la última, han dado la razón a los complacientes. Pero la de 2009 se la quitó de forma escandalosa, con una feria indigna y sin toros.
No salió el “toro de Bilbao”, la Junta fracasó aparatosamente con su múltiple apuesta Domecq, y el público suspendió sin paliativos: demostró que es incapaz de hacerse respetar. Apenas hubo protestas ante la reiterada salida de toros sin trapío para esta plaza. Eso sí: en bares, tertulias, hoteles y hasta escaleras de vecindad, la indignación entre los aficionados era general. Pero en la plaza ni pío. Nos han vendido la moto de que hay que ser educado y el resultado es que el aficionado medio bilbaíno va a los toros como quien va a misa. Iba a decir a la ópera, pero en la ópera se protesta bastante más que en la sombra de Vista Alegre. El sol sí protesta algo, pero no para pedir toros, sino para pedir música.
Con el peso de la educación “made in Neguri”, abrumador entre el público menos ocasional y se supone que más “entendido”, está claro que la única barrera que se opone a que la pérdida de identidad continúe es el propio autocontrol que se haga la Junta a sí misma.
La Junta dijo que haría autocrítica, y se nos dice que los Ventorrillos, Zalduendos y demás ganaderías anunciadas vienen como hay que venir a Bilbao. Por cómo pasen el examen los toros, veremos si la Junta pasa el suyo. Y si ambos suspenden, veremos que hace el público. Yo adelanto que no espero nada de éste. Y si la feria vuelve a ser un fiasco en cuanto a presentación y no protestamos, nos habremos ganado a pulso lo que pase en años venideros, que no será otra cosa que la desaparición del “toro de Bilbao”. Una tradición cuesta mucho levantarla, pero bastan un par de años para hundirla.
Otro examen es el de los toreros.
Sobre todo dos nombres: los toreros “de Bilbao” Ponce y El Juli.
El primero, desaparecido en Madrid y con una sola comparencia en Sevilla, actúa dos tardes. Tengo una gran curiosidad por ver si se certifica la decadencia que viene mostrando toda esta temporada, o si por el contrario resucita en su reducto bilbaíno. Adelanto que yo le veo muy mal este año, pero que creo que no hay que precipitarse en enterrarle.
El segundo es el caso contrario. El Juli está intratable, pero si no lo refrenda aquí, las dudas que a algunos genera su tauromaquia persistirán. A ver qué toros le salen de los corrales, y a ver qué les hace. Yo soy muy optimista. Digan lo que digan los ultraortodoxos, éste año El Juli está que se sale, y ésta plaza le motiva.
Otro torero se juega mucho: El Cid.
El bache de El Cid ha sido tan profundo que ha habido conocidos aficionados locales que hasta han cuestionado su inclusión en una única tarde. ¡Qué barbaridad! Negarle al autor de la gesta de los seis Victorinos en esta plaza una única tarde, me parecería impropio aunque el bache fuera el doble de largo y el triple de pronunciado. Pero es que además éste muerto está muy vivo. Su temporada ha entrado poco a poco en línea ascendente, y creo que llega a Bilbao en un buen momento para hacer un esfuerzo especial y callar muchas bocas en una plaza que le espera y le respeta, pese a la poca memoria de algunos.
Manzanares, que quedó fuera de Madrid, es otro torero al que se le espera.
Morante es punto y aparte. Pese a que hubo una época que parecía que en el Botxo teníamos alergia a los toreros de su corte, y más de una vez me he quedado solo pidiendo que el de La Puebla viniera a Bilbao, ya el año pasado se le incluyó en dos tardes. La cogida de El Puerto se cruzó y no pudo ser, pero si Dios quiere este año sí que veremos en dos corridas al torero más interesante del momento –es mi humilde opinión-.
El local Fandiño tendrá que demostrar que merece su inclusión en un cartel de figuras (Ponce y Perera)
Y Pablo Hermoso de Mendoza, hiperprotegido en Bilbao, tendrá que vérselas mano a mano con Leonardo Hernández, uno de los pocos que le puede hacer sombra. Ya era hora de que se introdujera un rival de entidad para el de Estella.
Y ya que hablamos de un mano a mano, aunque no creo que me lean, un consejo para la Junta: no sustituir a Cayetano y que la corrida del martes quede en un mano a mano Castella-Morante. Un toro más para Morante, y Castella, que solo viene una tarde, puede así matar tres toros en la feria.
Perdonad la chapa, maños. La culpa no es mía, sino del Toro de la Jota por no negarse a colgarla.
Cincinato. Aficionado de Bilbao
FOTO: Rafael Blanca
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